Durante el mes de octubre participamos en Lima del III Congreso de Áreas Protegidas de Latinoamérica y del Caribe -una iniciativa de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la UICN- que tuvo como lema «Soluciones para el bienestar y el desarrollo sostenible”.
La Fundación Hábitat y Desarrollo participó activamente, desde varios meses atrás, en la preparación de este encuentro, que fue liderada por el brasileño Claudio Maretti, vicepresidente por América del Sur de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas.
Se trata de un evento muy esperado por la comunidad conservacionista americana, ya que se realiza aproximadamente cada 10 años: el anterior congreso ocurrió en Bariloche en 2007 y el primero fue en Santa Marta (Colombia) en 1997.
En Lima participaron 2.700 personas de 33 países. A través de asambleas, reuniones y talleres los asistentes fueron marcando posiciones que se traducirán en la «Carta de Lima», un insumo para llevar la voz de la región al Congreso Mundial de la Naturaleza de la UICN en 2020, a las discusiones en la COP25 sobre Cambio Climático, al Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP15) y al próximo Congreso Mundial de Parques.
Durante el evento se escucharon fuertes reclamos sectoriales que prometen marcar la agenda de la próxima década: hubo una reunión previa al congreso de 60 mujeres latinoamericanas que trabajan en conservación y que definieron una agenda de trabajo en red; también se estableció una agrupación de jóvenes que trabajan en conservación en Latinoamérica y el Caribe. Hubo fuertes posicionamientos de los grupos indígenas que no quieren ser tutelados por gobiernos ni ONGs y plantean la necesidad de titularizar las tierras que habitan y participar activamente en el manejo de las áreas protegidas. También objetaron el modelo extractivista que se acentuó en la región.
Por su parte los guardaparques realizaron necesarios reclamos laborales, en una región donde son asesinados junto a otros defensores ambientales.
El tema marino estuvo muy presente en cuanto a la necesidad de ampliar las áreas protegidas y asignar mayor financiamiento para su investigación y conservación efectiva.
Fue notable observar todos los recursos y expectativas que moviliza Amazonia en primer lugar y Bosques Tropicales de Montaña en segundo término, provenientes principalmente de ONGs del hemisferio norte.
También fue notable observar el poco conocimiento y participación de los países centroamericanos y del Cono Sur en esa agenda de conservación internacional. Además de ONGs del norte dirigiendo la agenda conservacionista del sur, también hay filántropos que invierten en compras de tierra con la expectativa de proteger la mitad del planeta para el año 2050. Está idea también fue planteada por los pueblos indígenas,
que proponen la protección del 50% para 2030, porque dicen que el 30% ya está asegurado con los territorios que ellos habitan.
Tristemente se observó escaso liderazgo de los gobiernos nacionales de la región, que sustenta el 60% de la biodiversidad mundial. Por el contrario, se observa un empoderamiento de los gobiernos sub-nacionales en la creación y fortalecimiento de áreas protegidas.
Durante los 4 días del Congreso también se observó un cambio de pensamiento de los conservacionistas y gestores de áreas protegidas: antes cuidábamos las reservas para la vida silvestre, ahora además lo hacemos para tener “seguridad”. Se habló mucho de mantener la seguridad o “estabilidad” de los ecosistemas, la estabilidad climática, la seguridad alimentaria y hasta de la necesidad humana de vitamina “N” -por Naturaleza- para evitar trastornos que son propios de grandes ciudades.